Autor/es:
Néstor Tadich1 , MV, PhD.
Instituto de Ciencias Clínicas Veterinarias, Facultad de Ciencias Veterinarias; Universidad Austral de Chile, Valdivia, Chile
Resumen
El
bienestar de los animales de granja ha sido tema importante de
investigación en los últimos años. El propósito principal de estas
investigaciones es desarrollar métodos apropiados de evaluación, que
permitan a los productores tomar medidas para el mejoramiento del
bienestar, con el fin de aumentar la productividad de los animales. En
esta revisión, se muestran las diferentes aproximaciones que existen
para evaluar el bienestar de los animales: el funcionamiento biológico
(salud, producción), la naturalidad de su vida (comportamiento normal,
ambiente naturales) y el estado afectivo (dolor, sufrimiento). De esta
forma, mientras más de las necesidades se cubran, mayor será el estatus
de bienestar. Se mencionan también los esquemas de aseguramiento de
calidad en las granjas, los cuales hacen distintos énfasis dependiendo
de quienes los han desarrollado: industria, ganaderos o investigadores.
Estos esquemas deben incluir estándares previamente acordados y estos
estándares en bienestar animal deben ser evaluados a través de los
recursos entregados, el manejo zootécnico de los animales, los registros
de las actividades con los animales y el estado de bienestar desde la
perspectiva del animal. Finalmente en base a las 5 libertades o
necesidades definidas por la OIE, se presentan algunos ejemplos de cómo
se altera el bienestar de las vacas lecheras cuando estas libertades no
se cumplen en los sistemas productivos.
Palabras clave: aseguramiento de calidad, libertades, naturalidad, vacas lecheras.
Fraser
(2004) señala que tres eventos han contribuido al establecimiento de
estándares y el estudio científico del bienestar animal. Uno es la
revolución en la agricultura de post guerra en los años 50', en los
países industrializados, que llevó a la implementación de los sistemas
intensivos. Un segundo hecho es el avance en las actitudes humanitarias
hacia los animales, también en los años 50', sobre todo en los países
europeos y de habla inglesa. Esta actitud viene de los años 1700, en que
el trato humanitario de los animales es percibido como un asunto de
preocupación moral. Finalmente, un tercer elemento es el escepticismo
mostrado por los consumidores hacia la tecnología, industrialización y
poderes corporativos, especialmente cuando estos se inmiscuyen en su
vida diaria y los procesos de la naturaleza.
El
bienestar animal, su concepto y evaluación han sido temas de
investigación en los últimos años, con el objeto de desarrollar métodos
para evaluarlo a nivel de granja, que permitan a los propietarios tomar
medidas que lo mejoren, aumentando en forma indirecta la productividad
de los animales (Arraño et al., 2007).
Mellor
y Bayvel (2004) señalan que en los últimos 15-20 años el foco ha
cambiado desde una ciencia animal basada en el incremento de la
productividad a un foco en una productividad basada en el respeto al
bienestar animal. Estos adelantos en el ámbito de la producción, salud y
bienestar animal han estado asociados a cambios de la percepción de los
animales por las personas, sobre todo en relación a sus necesidades,
como ellos, los animales, son afectados positiva o negativamente por lo
que se les hace y como deben ser tratados. De esta forma el éxito de la
empresa lechera dependerá de la satisfacción de las necesidades básicas
de los animales (Albright y Arave, 1997).
El
término de “necesidad” es usado para referirse a una deficiencia en un
animal, la cual puede ser remediada por la obtención del recurso en
particular o respondiendo a un estímulo corporal o ambiental (Fraser y
Broom, 1997). Los individuos pueden tener una variedad de necesidades,
algunas de mayor urgencia y cada una es consecuencia de la biología del
animal; en general se distinguen necesidades fisiológicas y de
comportamiento (Fraser y Broom, 1997).
De esta forma tenemos distintas definiciones de bienestar animal, la más aceptada es la de Broom (2001) que señala que es “el estado de un individuo en sus intentos de mantenerse en equilibrio con su ambiente” o la de (Whay et al., 2003) “cualquier punto de la calidad de vida que pueda tener influencia en el estado físico o mental de un animal”.
En ambos casos el bienestar no se refiere sólo al estado físico, sino
que incluye el estado mental del animal. Al respecto, Von Keyserlingk et al.
(2009) señalan que al evaluar el bienestar animal debemos considerar
tres factores importantes, el funcionamiento biológico (salud), la
naturalidad de su vida y su estado afectivo (estado mental), estos
estados al sobreponerse constituyen el estado ideal de bienestar, ya que
el logro de uno sólo no garantiza que se haya logrado un estado de
bienestar.
El
bienestar de un animal de granja depende de su habilidad para
mantenerse sano y libre de sufrimiento. La responsabilidad del ganadero
es asegurar a sus animales un adecuado bienestar proveyéndoles de unas
prácticas zootécnicas adecuadas; la del consumidor es asignar un mayor
valor intrínseco a los animales de granja aceptando que al hacerlo los
productos que consumen tendrán a su vez un mayor valor comercial
(Webster 2001). En este sentido se han desarrollado esquemas de
aseguramiento de calidad con el objetivo de proveer al consumidor de la
tranquilidad de que en la producción del alimento que éste consume se
han respetado aquellas áreas que le preocupan, tales como seguridad
alimentaria, manejo del ambiente y bienestar animal (Wood et al., 1998).
De acuerdo con Main et al.
(2001) los estándares en bienestar animal que se incluyen es estos
esquemas se pueden evaluar de acuerdo a los siguientes criterios. Recursos: la provisión de facilidades necesarias para asegurar adecuada alimentación, alojamiento y sujeción de los animales. Manejo: utilización de procedimientos zootécnicos correctos y competentes. Registros: evidencia escrita del uso de medicamentos, incidencia de enfermedades y lesiones. Estado de bienestar:
evidencia de la condición física y mental de los animales tal como
ellos la perciben. Los autores señalan que es importante reconocer que
el fin de los sistemas de aseguramiento es asegurar que se cumpla con
los estándares, por lo que es más fácil determinar la provisión de
recursos que el resultado de esto, que es la evaluación del bienestar el
cual es más subjetivo; sin embargo estado de bienestar es finalmente lo
que interesa tanto al consumidor, como a los mismos animales.
El
bienestar animal puede ser evaluado observando si los animales reciben
una provisión de una dieta, manejo y alojamiento adecuados y a través de
indicadores basados en el animal, tales como ausencia o presencia de
enfermedad y su comportamiento (Johnsen et al., 1991). Así,
para evaluar el bienestar se puede utilizar la observación directa o los
registros de la granja sobre cualquier aspecto del factor bienestar
como la severidad, duración o incidencia (Whay et al., 2003).
Sin
embargo, el estudio del bienestar animal continúa siendo un tema
complicado de abordar, principalmente debido a dos problemas que se
relacionan a: i) como medir el bienestar animal y ii) como cuantificar
las mediciones (Mench, 2000). Según Broom y Jhonson (1993), debe hacerse
una diferenciación entre los cambios conductuales y los de tipo
fisiológico, teniéndose en cuenta que el bienestar animal es una
característica propia de cada individuo y es dependiente del tipo de
observaciones y mediciones que se efectúen. Mench (2000) indica que el
más importante y utilizado indicador del bienestar animal es la
presencia o ausencia de algún grado de estrés, el cual según Grandin
(1997), incluye a su vez cambios conductuales y fisiológicos.
Von Keyserlingk et al.
(2009) en una revisión acerca del bienestar en vacas de lechería
enfatizan la evaluación del bienestar basados en aspectos relacionados
con enfermedades y prácticas de manejo que afectan la función biológica,
el estado afectivo y la naturalidad de las vacas. Ellos indican que el
bienestar puede ser evaluado basados en las 5 libertades o necesidades
definidas por la Organización Mundial para la Salud Animal en el 2008,
que indican que los animales deben estar saludables, confortables, bien
nutridos seguros, libres de expresar su comportamiento natural y no
sufrir de dolor, miedo o distrés.
Basándonos
en esas cinco libertades daremos al- gunos ejemplos de cómo éstas se
pueden ver afecta- das en los establecimientos lecheros provocando un
estado de falta de bienestar para las vacas.
Libres de sed, hambre y malnutrición
En
relación a este punto Gregory (2004) señala que los rumiantes por su
producción de saliva generalmente no manifiestan los mismos signos de la
sed que los monogástricos, lo cual no es un indicador de que no sufran
de ésta. En un reciente trabajo realizado por Córdoba (2010) en 50
granjas lecheras del Sur de Chile se encontró que la disposición de los
bebederos, su tamaño y la calidad del agua en cuanto a limpieza dejaba
mucho que desear. Considerando que las vacas lecheras modernas producen
en general más de 6000 litros por lactancia, el aporte de agua en cuanto
a cantidad y calidad es un aspecto muy importante no sólo del punto de
vista del bienestar de ellas, sino del punto de vista productivo. Por
otra parte, una condición que puede producir deshidratación en terneros
de lechería está relacionada con las diarreas neonatales, sobre todo,
cuando se reduce el aporte de la dieta líquida, como parte del
tratamiento.
El
estado nutricional de la vaca lechera es fácil de determinar mediante
la estimación de la condición corporal de la vaca (Edmonson et al.,
1989). En la escala de 1 a 5 la vaca al parto no debería estar bajo una
CC de 3 - 3,5; su disminución en los primeros 70 días de lactancia
debido al balance energético negativo no debería ser mayor a 0.5,
iniciando la recuperación de las reservas energéticas a los 80 - 90 días
postparto (Contreras 1998; Veerkamp, 1998). Gregory (2004) señala que
en NZ alrededor del 34% de las vacas lecheras que se envían a los
mataderos están en una condición de emaciación, con menos de 5% de grasa
corporal.
Libres del no confort
En
los sistemas lecheros existen numerosas causas de no confort. Fallas de
la infraestructura, aumento de las densidades de animales, malos
caminos, falta de sombra en los potreros, exceso de moscas, exceso de
gritos y ruidos. Fallas en los equipos de ordeña lo cual puede causar
sobre- ordeño y daño en los pezones.
La
limpieza del animal es un aspecto que debe ser considerado. Las vacas
habitualmente son animales que mantienen su pelaje limpio, con excepción
de los cascos que pueden ensuciarse al transitar por terrenos con
barro. Un pelaje sucio indica que el animal es mantenido en condiciones
precarias de higiene o la presencia de diarrea (Hughes, 2001). De
acuerdo con Hughes (2001) y Whay et al. (2003) las personas
desarrollan cierta tolerancia a la situación. Esto puede llevar a una
exposición a patógenos ambientales, como E.coli y Streptoccoccus uberis que
pueden provocar mastitis ambientales (Bradley y Green, 2000). La
amputación del rabo en las vacas con el objeto de mejorar la higiene de
la ubre es una mutilación que ya no es aceptada, por no tener una base
científica que la sustente, además produce alteraciones en el
comportamiento natural de la vaca al eliminar un apéndice que le permite
espantar a los insectos.
En
vacas a pastoreo el acceso a la sombra es importante, sobretodo en
regiones tropicales y subtropicales, aunque también en países de climas
más templados, como Chile o Nueva Zelanda, existen épocas del año
(verano) en que las temperaturas pueden superar los 30 grados y las
vacas necesitan acceso a lugares con sombra. Schutz et al.
(2008) demostraron en un estudio de preferencia que vacas mantenidas por
períodos largos de pie (12h), cuando se les ofreció la oportunidad de
echarse o quedarse de pie a la sombra, prefirieron esto último, cuando
las temperaturas eran superiores a 25 grados. Este estudio coincide con
los hallazgos de Tucker et al. (2008) quienes encontraron que
las vacas utilizan la sombra durante los momentos de mayor radiación
durante el día y que prefieren permanecer de pie bajo ella. Los bovinos
resisten mejor el frío que el calor, por lo que es necesario ofrecerles
sombra y agua ad libitum, limpia y fresca. Cook et al.
(2007) señalan que entre los signos de estrés calórico se puede
observar, lengua afuera, aumento de la frecuencia respiratoria lo cual
puede producir alcalosis metabólica, aumento del tiempo que permanecen
de pie lo que aumenta la predisposición a cojeras, disminución del
consumo y disminución del flujo sanguíneo a la glándula mamaria lo que
va a resultar en una reducción de la producción de leche. Por otra parte
la exposición directa a los rayos solares pueden producir aumento de la
frecuencia de presentación de fotosensibilización con daño de la piel,
dolor e incomodad para el animal.
Libres de dolor, heridas y enfermedades
La
mantención de la salud del rebaño lechero es una de las actividades
donde se han concentrado los mayores esfuerzos por parte de la profesión
médico veterinaria. Esto ha través de programas de prevención de
enfermedades mediante la vacunación del rebaño o medidas de control y
erradicación de enfermedades. Sin embargo, aún existen diversas
afecciones que afectan a la vaca lechera y que causan dolor y
disconfort. Entre las más frecuentes se cuentan las cojeras y las
mastitis.
Las
afecciones podales determinan un fuerte estado de distrés, ya que el
dolor esta siempre presente, el cual es el principal problema desde el
punto de vista del bienestar del animal (Galindo y Broom, 2002; Green et al., 2010). Whay et al. (1997) y Whay et al.
(1998) encontraron que las cojeras causadas por úlceras plantares y
enfermedad de la línea blanca producen un estado de hiperalgesia, en el
cual el umbral de dolor en vacas cojas disminuye con respecto a las
vacas sanas, éste estado puede mantenerse hasta por 28 días post
tratamiento. Estudios llevados a cabo por nuestro grupo de trabajo en la
Universidad Austral de Chile, utilizando una metodología similar a la
de Whay et al. (1997), encontraron diferencias significativas
entre vacas sanas y aquellas que tienen grados clínicos de cojeras en
relación al umbral de dolor (Tejeda, 2006).
Existen,
además, algunos procedimientos que se utilizan de rutina en las granjas
que producen dolor y que deberían ser realizados bajo anestesia local.
Entre ellos destacan el descorne de los terneros y vacas, castraciones,
remoción quirúrgica de los pezones supernumerarios, amputación del rabo
en las vacas lecheras. Esta última práctica debería ser eliminada, ya
que se probado que no produce ningún beneficio en cuanto a la limpieza
de la ubre, recuento de células somáticas e infecciones intramamarias
(Schreiner y Ruegg, 2002) y puede ser reemplazada por el recorte de los
pelos de la punta del rabo. Por otra parte se ha demostrado que muchas
vacas que han sido amputadas desarrollan neuromas, lo que produce un
aumento de la sensibilidad de la zona amputada al calor y el frío,
similar a la que sucede en los seres humanos a los cuales se les ha
amputado un miembro (Eicher et al., 2006).
El descorne debería ser realizado antes del mes de edad utilizando pastas cáusticas, Von Keyserlingk et al.
(2009) señala que la administración de xilacina previo al descorne con
pasta elimina la necesidad de restricción de movimientos al aplicar la
pasta y los terneros demuestran poco reacción al cáustico durante varias
horas posterior a su aplicación. Cuando se realiza el descorne
posterior a los dos meses de edad, se debería utilizar anestésicos y
analgésicos de larga duración (Vasseur et al., 2010).
Lesiones
en la grupa flancos y tarsos pueden ser demostraciones de problemas
relacionados con fallas en la infraestructura, inyección de medicamentos
o maltrato por parte del personal. Existen además lesiones causadas por
ectoparásitos, tales como sarna, piojos etc. que pueden producir
lesiones en la piel.
Libres de expresar su comportamiento natural
Los
bovinos son animales que actúan en grupos y se forman lazos sociales
entre individuos del mismo grupo, por tal razón el separar los terneros
tempranamente de sus madres o mantenerlos en confinamiento individual
produce un grado de estrés. Se ha demostrado que la crianza de los
terneros en grupos los prepara mejor para enfrentar los desafíos de la
vida en común cuando crezcan, por otra parte el alimentar a los terneros
utilizando dispensadores automáticos que simulan los pezones de la vaca
y aumentando la cantidad de consumo de litros durante las primeras
semanas, permiten disminuir el estrés, aumentar la tasa de crecimiento,
disminuir la succión cruzada de ombligo, orejas y morro y las
vocalizaciones (de Pasille y Rushen, 2006). En este sentido la
mantención de los terneros amarrados en forma individual, después de los
dos meses de edad está prohibida en los países europeos.
En
el caso de los animales adultos existen manejos que pueden interferir
con las manifestaciones del comportamiento habitual de los animales. Por
ejemplo, en vacas en sistemas confinados los pisos resbalosos pueden
alterar las manifestaciones de estro de las mismas. Las vacas en
sistemas de confinamiento tienden a estar más tiempo en decúbito, ya que
no deben caminar para obtener su alimento; sin embargo, si los
cubículos no son los adecuados estos pueden producir alteraciones del
comportamiento de la vaca y podemos encontrar animales acostados en los
pasillos o realizando perching. Vacas que están en confinamiento y
amarradas, pueden ver disminuidas sus posibilidades de interactuar con
las otras vacas.
En
aquellos casos en que se estabulan animalesde distintas edades en
espacios reducidos esprobable que las vacas más jóvenes sean
agredidaspor las más dominantes y vean restringido su accesoa la
alimentación, el agua o los dormideros.
Libres de miedo y distrés
De
acuerdo con Broom (1991) el miedo puede ser producido por el riesgo de
un ataque de un predador o por el riesgo de daños producidos por otro
animal de la misma especie. El miedo puede ser consecuencia de manejos
desconocidos para el animal, como el transporte, manipulaciones en la
granja y su respuesta puede traducirse en inmovilizaciones,
vocalizaciones, intentos de escape o ataque, aumento de la frecuencia
cardiaca.
Las
vacas tienen una zona de fuga (flight zone), espacio que ellas
consideran como propio por lo que cuando un extraño u otro animal entran
en ella hace que ésta se aleje. La vaca lechera, por su función, está
en directo contacto con el ser humano desde su nacimiento hasta que
comienza su época productiva por lo que su zona de fuga es muy pequeña.
De acuerdo con Grandin (2000) esta zona está determinada por la
docilidad y rusticidad del animal y es afectada por experiencias
estresantes previas. Las vacas que son manejadas en forma tranquila
permiten que una persona se acerque y en muchos casos puedan tocarlas.
Vacas en sistemas de estabulación tienen zonas de fuga menores que
aquellas que están manejadas a campo. Se considera que zonas de fugas
menores a 1 metro reflejan ausencia de temor frente a la presencia de
los seres humanos y zonas de fugas superiores 2 m indicarían lo
contrario.
Rushen et al.
(1999) describieron que las vacas tienen la habilidad de reconocer al
operario que las maltrata y esto disminuye su producción de leche. Esto
ha sido corroborado por trabajos realizados por Hemsworth et al.
(2002) que demostraron como la producción de leche, proteínas y grasa
de las vacas se incrementó posterior a un estudio de intervención donde
se mejoraron las actitudes y el trato del personal hacia los animales.
Moberg
(2000) define el estrés como la respuesta biológica que se presenta
cuando un individuo percibe alguna amenaza a su homeostasis. Según Selye
(1973) citado por Caballero y Sumano (1993), los agentes inductores de
estrés son detonadores de respuestas orgánicas capaces de desequilibrar
los mecanismos reguladores de la homeostasis. En respuesta a los agentes
desencadenantes de estrés aparece el Síndrome General de Adaptación
(SGA) con sus tres fases i) respuesta inmediata, mediada por el sistema
simpático, ii) resistencia, frente a estímulos crónicos, con
participación del eje hipotálamo hipófisis y corteza adrenal y iii)
reacción de agotamiento cuando el estímulo crónico sobrepasa los niveles
de resistencia y puede terminar con la muerte del individuo. Sin
embargo, Bohus (1987) indica que las tres fases que se presentan en el
SGA de Selye no representan fielmente la realidad en los animales, ya
que, estos presentan reacciones diferentes a los humanos en cuanto a la
percepción de ambiente, estrés y adaptación.
Cuando
la respuesta del animal al o los factores estresantes pone en riesgo su
bienestar, éste pasa a una etapa de distrés (Moberg, 2000). De acuerdo
con Mellor et al. (2000) un animal entra en un estado de
distrés cuando es expuesto a experiencias dañinas que producen
respuestas fisiológicas, independientemente de si el estímulo es
emocional (miedo); físico (ejercicio intenso) o ambos (dolor). Los
estados de distrés, son estados que siempre se consideran patológicos, a
diferencia del stress que a pesar de producir cambios fisiológicos,
estos pueden ser positivos desde el punto de vista de actuar como una
reacción de defensa del animal frente a un estímulo que el considera
nocivo.
Los
estados de estrés o diestrés pueden ser medidos a través de variables
sanguíneas sean estas hormonas o metabolitos. La ventaja de estas
mediciones es que producen resultados cuantificables y posibles de
comparar. El estrés induce varias respuestas hormonales adaptativas,
entre las más destacadas están la secreción de catecolaminas en la
médula adrenal, corticoesteroides en la corteza adrenal y ACTH en la
hipófisis anterior. Existe un gran número de interacciones en la
liberación de estas hormonas. Así, los glucocorticoides regulan la
biosíntesis de catecolaminas en la médula adrenal y las catecolaminas
estimulan la liberación de ACTH en la hipófisis anterior. Además,
existen otras hormonas como el factor liberador de la corticotrofina, el
péptido vasoactivo intestinal y la vasopresina arginina estimulan la
liberación de ACTH, mientras que la somatostatina la inhibe. En
conjunto, estos agentes determinan una compleja respuesta fisiológica a
los distintos factores inductores de estrés (Axelrod y Reisine, 1984).
Entre
los indicadores sanguíneos de estrés más comúnmente utilizados tenemos
las concentraciones de adrenalina, noradrenalina, Factor Liberador de
Corticotropina, cortisol, prolactina, metabolitos como glucosa, ácidos
grasos libres, b-hidroxibutirato, CK, leucocitos, y variables
fisiológicas como temperatura corporal, frecuencia cardiaca,
respiratoria, hematocrito y relación neutrofilos/linfocitos. Estas
variables han sido utilizadas frecuentemente para medir estrés por
transporte o por manejo en la especie bovina y ovina (Crookshank et al., 1979; Mitchell et al., 1988, Warris et al., 1995, Tadich et al.,
2000). Recientemente se ha comenzado a utilizar la medición de
haptoglobina, una proteína de fase aguda, unida al grupo hemo, como un
indicador de la presencia de enfermedades en el ganado bovino y estrés
en cerdos. Estudios efectuados por Horadagoda et al. (1999);
Humblet et al (2002) demuestran que en bovinos enfermos la haptoglobina
es un indicador más preciso y precoz que las células de la línea blanca;
por otra parte Saco et al. (2002), en estudios realizados en
cerdos encontraron que esta proteína es un mejor indicador de estrés que
en el cortisol, no presentando variaciones circadianas. Nuestros
estudios al respecto han encontrado resultados que indican que la
haptoglobina aumenta significativamente a medida que aumenta el grado de
cojera en vacas lecheras (Tejeda 2006). Estos resultados alienta el uso
de esta proteína como un adecuado indicador de la inflamación producida
por las cojeras.
A
pesar que las medidas de protección aplicadas para mejorar el bienestar
de los animales de granja son muchas veces consideradas como opuestas a
una producción de bajo costo. Esto no siempre es así existen muchas
medidas en que el BA se puede lograr a costos más bajos (Wyss et al., 2004) o como consecuencia de su mejoría se aumenta la producción.
Por
lo expuesto anteriormente se recomienda capacitar a los médicos
veterinarios para que puedan aplicar protocolos simples de evaluación
del bienestar de las vacas lecheras y proponer medidas prácticas para
mejorar las deficiencias encontradas. Entre ellas la educación y
capacitación del personal de las granjas que trabaja diariamente con los
animales, la infraestructura, y las medidas de manejo aplicadas a los
animales.
Agradecimientos
El autor expresa sus agradecimientos por la financiación de este manuscrito mediante el Proyecto FONDECYT 1090373.
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Publicado Originalmente en Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias, Vol 24, No 3