lunes, 25 de agosto de 2014

Bienestar animal en bovinos lecheros

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Resumen
El bienestar de los animales de granja ha sido tema importante de investigación en los últimos años. El propósito principal de estas investigaciones es desarrollar métodos apropiados de evaluación, que permitan a los productores tomar medidas para el mejoramiento del bienestar, con el fin de aumentar la productividad de los animales. En esta revisión, se muestran las diferentes aproximaciones que existen para evaluar el bienestar de los animales: el funcionamiento biológico (salud, producción), la naturalidad de su vida (comportamiento normal, ambiente naturales) y el estado afectivo (dolor, sufrimiento). De esta forma, mientras más de las necesidades se cubran, mayor será el estatus de bienestar. Se mencionan también los esquemas de aseguramiento de calidad en las granjas, los cuales hacen distintos énfasis dependiendo de quienes los han desarrollado: industria, ganaderos o investigadores. Estos esquemas deben incluir estándares previamente acordados y estos estándares en bienestar animal deben ser evaluados a través de los recursos entregados, el manejo zootécnico de los animales, los registros de las actividades con los animales y el estado de bienestar desde la perspectiva del animal. Finalmente en base a las 5 libertades o necesidades definidas por la OIE, se presentan algunos ejemplos de cómo se altera el bienestar de las vacas lecheras cuando estas libertades no se cumplen en los sistemas productivos.

Palabras clave: aseguramiento de calidad, libertades, naturalidad, vacas lecheras.
Fraser (2004) señala que tres eventos han contribuido al establecimiento de estándares y el estudio científico del bienestar animal. Uno es la revolución en la agricultura de post guerra en los años 50', en los países industrializados, que llevó a la implementación de los sistemas intensivos. Un segundo hecho es el avance en las actitudes humanitarias hacia los animales, también en los años 50', sobre todo en los países europeos y de habla inglesa. Esta actitud viene de los años 1700, en que el trato humanitario de los animales es percibido como un asunto de preocupación moral. Finalmente, un tercer elemento es el escepticismo mostrado por los consumidores hacia la tecnología, industrialización y poderes corporativos, especialmente cuando estos se inmiscuyen en su vida diaria y los procesos de la naturaleza.
El bienestar animal, su concepto y evaluación han sido temas de investigación en los últimos años, con el objeto de desarrollar métodos para evaluarlo a nivel de granja, que permitan a los propietarios tomar medidas que lo mejoren, aumentando en forma indirecta la productividad de los animales (Arraño et al., 2007).
Mellor y Bayvel (2004) señalan que en los últimos 15-20 años el foco ha cambiado desde una ciencia animal basada en el incremento de la productividad a un foco en una productividad basada en el respeto al bienestar animal. Estos adelantos en el ámbito de la producción, salud y bienestar animal han estado asociados a cambios de la percepción de los animales por las personas, sobre todo en relación a sus necesidades, como ellos, los animales, son afectados positiva o negativamente por lo que se les hace y como deben ser tratados. De esta forma el éxito de la empresa lechera dependerá de la satisfacción de las necesidades básicas de los animales (Albright y Arave, 1997).
El término de “necesidad” es usado para referirse a una deficiencia en un animal, la cual puede ser remediada por la obtención del recurso en particular o respondiendo a un estímulo corporal o ambiental (Fraser y Broom, 1997). Los individuos pueden tener una variedad de necesidades, algunas de mayor urgencia y cada una es consecuencia de la biología del animal; en general se distinguen necesidades fisiológicas y de comportamiento (Fraser y Broom, 1997).
De esta forma tenemos distintas definiciones de bienestar animal, la más aceptada es la de Broom (2001) que señala que es “el estado de un individuo en sus intentos de mantenerse en equilibrio con su ambiente” o la de (Whay et al., 2003) “cualquier punto de la calidad de vida que pueda tener influencia en el estado físico o mental de un animal”. En ambos casos el bienestar no se refiere sólo al estado físico, sino que incluye el estado mental del animal. Al respecto, Von Keyserlingk et al. (2009) señalan que al evaluar el bienestar animal debemos considerar tres factores importantes, el funcionamiento biológico (salud), la naturalidad de su vida y su estado afectivo (estado mental), estos estados al sobreponerse constituyen el estado ideal de bienestar, ya que el logro de uno sólo no garantiza que se haya logrado un estado de bienestar.
El bienestar de un animal de granja depende de su habilidad para mantenerse sano y libre de sufrimiento. La responsabilidad del ganadero es asegurar a sus animales un adecuado bienestar proveyéndoles de unas prácticas zootécnicas adecuadas; la del consumidor es asignar un mayor valor intrínseco a los animales de granja aceptando que al hacerlo los productos que consumen tendrán a su vez un mayor valor comercial (Webster 2001). En este sentido se han desarrollado esquemas de aseguramiento de calidad con el objetivo de proveer al consumidor de la tranquilidad de que en la producción del alimento que éste consume se han respetado aquellas áreas que le preocupan, tales como seguridad alimentaria, manejo del ambiente y bienestar animal (Wood et al., 1998).

De acuerdo con Main et al. (2001) los estándares en bienestar animal que se incluyen es estos esquemas se pueden evaluar de acuerdo a los siguientes criterios. Recursos: la provisión de facilidades necesarias para asegurar adecuada alimentación, alojamiento y sujeción de los animales. Manejo: utilización de procedimientos zootécnicos correctos y competentes. Registros: evidencia escrita del uso de medicamentos, incidencia de enfermedades y lesiones. Estado de bienestar: evidencia de la condición física y mental de los animales tal como ellos la perciben. Los autores señalan que es importante reconocer que el fin de los sistemas de aseguramiento es asegurar que se cumpla con los estándares, por lo que es más fácil determinar la provisión de recursos que el resultado de esto, que es la evaluación del bienestar el cual es más subjetivo; sin embargo estado de bienestar es finalmente lo que interesa tanto al consumidor, como a los mismos animales.

El bienestar animal puede ser evaluado observando si los animales reciben una provisión de una dieta, manejo y alojamiento adecuados y a través de indicadores basados en el animal, tales como ausencia o presencia de enfermedad y su comportamiento (Johnsen et al., 1991). Así, para evaluar el bienestar se puede utilizar la observación directa o los registros de la granja sobre cualquier aspecto del factor bienestar como la severidad, duración o incidencia (Whay et al., 2003).

Sin embargo, el estudio del bienestar animal continúa siendo un tema complicado de abordar, principalmente debido a dos problemas que se relacionan a: i) como medir el bienestar animal y ii) como cuantificar las mediciones (Mench, 2000). Según Broom y Jhonson (1993), debe hacerse una diferenciación entre los cambios conductuales y los de tipo fisiológico, teniéndose en cuenta que el bienestar animal es una característica propia de cada individuo y es dependiente del tipo de observaciones y mediciones que se efectúen. Mench (2000) indica que el más importante y utilizado indicador del bienestar animal es la presencia o ausencia de algún grado de estrés, el cual según Grandin (1997), incluye a su vez cambios conductuales y fisiológicos.

Von Keyserlingk et al. (2009) en una revisión acerca del bienestar en vacas de lechería enfatizan la evaluación del bienestar basados en aspectos relacionados con enfermedades y prácticas de manejo que afectan la función biológica, el estado afectivo y la naturalidad de las vacas. Ellos indican que el bienestar puede ser evaluado basados en las 5 libertades o necesidades definidas por la Organización Mundial para la Salud Animal en el 2008, que indican que los animales deben estar saludables, confortables, bien nutridos seguros, libres de expresar su comportamiento natural y no sufrir de dolor, miedo o distrés.

Basándonos en esas cinco libertades daremos al- gunos ejemplos de cómo éstas se pueden ver afecta- das en los establecimientos lecheros provocando un estado de falta de bienestar para las vacas.


Libres de sed, hambre y malnutrición

En relación a este punto Gregory (2004) señala que los rumiantes por su producción de saliva generalmente no manifiestan los mismos signos de la sed que los monogástricos, lo cual no es un indicador de que no sufran de ésta. En un reciente trabajo realizado por Córdoba (2010) en 50 granjas lecheras del Sur de Chile se encontró que la disposición de los bebederos, su tamaño y la calidad del agua en cuanto a limpieza dejaba mucho que desear. Considerando que las vacas lecheras modernas producen en general más de 6000 litros por lactancia, el aporte de agua en cuanto a cantidad y calidad es un aspecto muy importante no sólo del punto de vista del bienestar de ellas, sino del punto de vista productivo. Por otra parte, una condición que puede producir deshidratación en terneros de lechería está relacionada con las diarreas neonatales, sobre todo, cuando se reduce el aporte de la dieta líquida, como parte del tratamiento.

El estado nutricional de la vaca lechera es fácil de determinar mediante la estimación de la condición corporal de la vaca (Edmonson et al., 1989). En la escala de 1 a 5 la vaca al parto no debería estar bajo una CC de 3 - 3,5; su disminución en los primeros 70 días de lactancia debido al balance energético negativo no debería ser mayor a 0.5, iniciando la recuperación de las reservas energéticas a los 80 - 90 días postparto (Contreras 1998; Veerkamp, 1998). Gregory (2004) señala que en NZ alrededor del 34% de las vacas lecheras que se envían a los mataderos están en una condición de emaciación, con menos de 5% de grasa corporal.



Libres del no confort

En los sistemas lecheros existen numerosas causas de no confort. Fallas de la infraestructura, aumento de las densidades de animales, malos caminos, falta de sombra en los potreros, exceso de moscas, exceso de gritos y ruidos. Fallas en los equipos de ordeña lo cual puede causar sobre- ordeño y daño en los pezones.

La limpieza del animal es un aspecto que debe ser considerado. Las vacas habitualmente son animales que mantienen su pelaje limpio, con excepción de los cascos que pueden ensuciarse al transitar por terrenos con barro. Un pelaje sucio indica que el animal es mantenido en condiciones precarias de higiene o la presencia de diarrea (Hughes, 2001). De acuerdo con Hughes (2001) y Whay et al. (2003) las personas desarrollan cierta tolerancia a la situación. Esto puede llevar a una exposición a patógenos ambientales, como E.coli y Streptoccoccus uberis que pueden provocar mastitis ambientales (Bradley y Green, 2000). La amputación del rabo en las vacas con el objeto de mejorar la higiene de la ubre es una mutilación que ya no es aceptada, por no tener una base científica que la sustente, además produce alteraciones en el comportamiento natural de la vaca al eliminar un apéndice que le permite espantar a los insectos.

En vacas a pastoreo el acceso a la sombra es importante, sobretodo en regiones tropicales y subtropicales, aunque también en países de climas más templados, como Chile o Nueva Zelanda, existen épocas del año (verano) en que las temperaturas pueden superar los 30 grados y las vacas necesitan acceso a lugares con sombra. Schutz et al. (2008) demostraron en un estudio de preferencia que vacas mantenidas por períodos largos de pie (12h), cuando se les ofreció la oportunidad de echarse o quedarse de pie a la sombra, prefirieron esto último, cuando las temperaturas eran superiores a 25 grados. Este estudio coincide con los hallazgos de Tucker et al. (2008) quienes encontraron que las vacas utilizan la sombra durante los momentos de mayor radiación durante el día y que prefieren permanecer de pie bajo ella. Los bovinos resisten mejor el frío que el calor, por lo que es necesario ofrecerles sombra y agua ad libitum, limpia y fresca. Cook et al. (2007) señalan que entre los signos de estrés calórico se puede observar, lengua afuera, aumento de la frecuencia respiratoria lo cual puede producir alcalosis metabólica, aumento del tiempo que permanecen de pie lo que aumenta la predisposición a cojeras, disminución del consumo y disminución del flujo sanguíneo a la glándula mamaria lo que va a resultar en una reducción de la producción de leche. Por otra parte la exposición directa a los rayos solares pueden producir aumento de la frecuencia de presentación de fotosensibilización con daño de la piel, dolor e incomodad para el animal.



Libres de dolor, heridas y enfermedades

La mantención de la salud del rebaño lechero es una de las actividades donde se han concentrado los mayores esfuerzos por parte de la profesión médico veterinaria. Esto ha través de programas de prevención de enfermedades mediante la vacunación del rebaño o medidas de control y erradicación de enfermedades. Sin embargo, aún existen diversas afecciones que afectan a la vaca lechera y que causan dolor y disconfort. Entre las más frecuentes se cuentan las cojeras y las mastitis.

Las afecciones podales determinan un fuerte estado de distrés, ya que el dolor esta siempre presente, el cual es el principal problema desde el punto de vista del bienestar del animal (Galindo y Broom, 2002; Green et al., 2010). Whay et al. (1997) y Whay et al. (1998) encontraron que las cojeras causadas por úlceras plantares y enfermedad de la línea blanca producen un estado de hiperalgesia, en el cual el umbral de dolor en vacas cojas disminuye con respecto a las vacas sanas, éste estado puede mantenerse hasta por 28 días post tratamiento. Estudios llevados a cabo por nuestro grupo de trabajo en la Universidad Austral de Chile, utilizando una metodología similar a la de Whay et al. (1997), encontraron diferencias significativas entre vacas sanas y aquellas que tienen grados clínicos de cojeras en relación al umbral de dolor (Tejeda, 2006).

Existen, además, algunos procedimientos que se utilizan de rutina en las granjas que producen dolor y que deberían ser realizados bajo anestesia local. Entre ellos destacan el descorne de los terneros y vacas, castraciones, remoción quirúrgica de los pezones supernumerarios, amputación del rabo en las vacas lecheras. Esta última práctica debería ser eliminada, ya que se probado que no produce ningún beneficio en cuanto a la limpieza de la ubre, recuento de células somáticas e infecciones intramamarias (Schreiner y Ruegg, 2002) y puede ser reemplazada por el recorte de los pelos de la punta del rabo. Por otra parte se ha demostrado que muchas vacas que han sido amputadas desarrollan neuromas, lo que produce un aumento de la sensibilidad de la zona amputada al calor y el frío, similar a la que sucede en los seres humanos a los cuales se les ha amputado un miembro (Eicher et al., 2006).

El descorne debería ser realizado antes del mes de edad utilizando pastas cáusticas, Von Keyserlingk et al. (2009) señala que la administración de xilacina previo al descorne con pasta elimina la necesidad de restricción de movimientos al aplicar la pasta y los terneros demuestran poco reacción al cáustico durante varias horas posterior a su aplicación. Cuando se realiza el descorne posterior a los dos meses de edad, se debería utilizar anestésicos y analgésicos de larga duración (Vasseur et al., 2010).

Lesiones en la grupa flancos y tarsos pueden ser demostraciones de problemas relacionados con fallas en la infraestructura, inyección de medicamentos o maltrato por parte del personal. Existen además lesiones causadas por ectoparásitos, tales como sarna, piojos etc. que pueden producir lesiones en la piel.

Libres de expresar su comportamiento natural

Los bovinos son animales que actúan en grupos y se forman lazos sociales entre individuos del mismo grupo, por tal razón el separar los terneros tempranamente de sus madres o mantenerlos en confinamiento individual produce un grado de estrés. Se ha demostrado que la crianza de los terneros en grupos los prepara mejor para enfrentar los desafíos de la vida en común cuando crezcan, por otra parte el alimentar a los terneros utilizando dispensadores automáticos que simulan los pezones de la vaca y aumentando la cantidad de consumo de litros durante las primeras semanas, permiten disminuir el estrés, aumentar la tasa de crecimiento, disminuir la succión cruzada de ombligo, orejas y morro y las vocalizaciones (de Pasille y Rushen, 2006). En este sentido la mantención de los terneros amarrados en forma individual, después de los dos meses de edad está prohibida en los países europeos.

En el caso de los animales adultos existen manejos que pueden interferir con las manifestaciones del comportamiento habitual de los animales. Por ejemplo, en vacas en sistemas confinados los pisos resbalosos pueden alterar las manifestaciones de estro de las mismas. Las vacas en sistemas de confinamiento tienden a estar más tiempo en decúbito, ya que no deben caminar para obtener su alimento; sin embargo, si los cubículos no son los adecuados estos pueden producir alteraciones del comportamiento de la vaca y podemos encontrar animales acostados en los pasillos o realizando perching. Vacas que están en confinamiento y amarradas, pueden ver disminuidas sus posibilidades de interactuar con las otras vacas.

En aquellos casos en que se estabulan animalesde distintas edades en espacios reducidos esprobable que las vacas más jóvenes sean agredidaspor las más dominantes y vean restringido su accesoa la alimentación, el agua o los dormideros.


Libres de miedo y distrés

De acuerdo con Broom (1991) el miedo puede ser producido por el riesgo de un ataque de un predador o por el riesgo de daños producidos por otro animal de la misma especie. El miedo puede ser consecuencia de manejos desconocidos para el animal, como el transporte, manipulaciones en la granja y su respuesta puede traducirse en inmovilizaciones, vocalizaciones, intentos de escape o ataque, aumento de la frecuencia cardiaca.

Las vacas tienen una zona de fuga (flight zone), espacio que ellas consideran como propio por lo que cuando un extraño u otro animal entran en ella hace que ésta se aleje. La vaca lechera, por su función, está en directo contacto con el ser humano desde su nacimiento hasta que comienza su época productiva por lo que su zona de fuga es muy pequeña. De acuerdo con Grandin (2000) esta zona está determinada por la docilidad y rusticidad del animal y es afectada por experiencias estresantes previas. Las vacas que son manejadas en forma tranquila permiten que una persona se acerque y en muchos casos puedan tocarlas. Vacas en sistemas de estabulación tienen zonas de fuga menores que aquellas que están manejadas a campo. Se considera que zonas de fugas menores a 1 metro reflejan ausencia de temor frente a la presencia de los seres humanos y zonas de fugas superiores 2 m indicarían lo contrario.

Rushen et al. (1999) describieron que las vacas tienen la habilidad de reconocer al operario que las maltrata y esto disminuye su producción de leche. Esto ha sido corroborado por trabajos realizados por Hemsworth et al. (2002) que demostraron como la producción de leche, proteínas y grasa de las vacas se incrementó posterior a un estudio de intervención donde se mejoraron las actitudes y el trato del personal hacia los animales.

Moberg (2000) define el estrés como la respuesta biológica que se presenta cuando un individuo percibe alguna amenaza a su homeostasis. Según Selye (1973) citado por Caballero y Sumano (1993), los agentes inductores de estrés son detonadores de respuestas orgánicas capaces de desequilibrar los mecanismos reguladores de la homeostasis. En respuesta a los agentes desencadenantes de estrés aparece el Síndrome General de Adaptación (SGA) con sus tres fases i) respuesta inmediata, mediada por el sistema simpático, ii) resistencia, frente a estímulos crónicos, con participación del eje hipotálamo hipófisis y corteza adrenal y iii) reacción de agotamiento cuando el estímulo crónico sobrepasa los niveles de resistencia y puede terminar con la muerte del individuo. Sin embargo, Bohus (1987) indica que las tres fases que se presentan en el SGA de Selye no representan fielmente la realidad en los animales, ya que, estos presentan reacciones diferentes a los humanos en cuanto a la percepción de ambiente, estrés y adaptación.

Cuando la respuesta del animal al o los factores estresantes pone en riesgo su bienestar, éste pasa a una etapa de distrés (Moberg, 2000). De acuerdo con Mellor et al. (2000) un animal entra en un estado de distrés cuando es expuesto a experiencias dañinas que producen respuestas fisiológicas, independientemente de si el estímulo es emocional (miedo); físico (ejercicio intenso) o ambos (dolor). Los estados de distrés, son estados que siempre se consideran patológicos, a diferencia del stress que a pesar de producir cambios fisiológicos, estos pueden ser positivos desde el punto de vista de actuar como una reacción de defensa del animal frente a un estímulo que el considera nocivo.

Los estados de estrés o diestrés pueden ser medidos a través de variables sanguíneas sean estas hormonas o metabolitos. La ventaja de estas mediciones es que producen resultados cuantificables y posibles de comparar. El estrés induce varias respuestas hormonales adaptativas, entre las más destacadas están la secreción de catecolaminas en la médula adrenal, corticoesteroides en la corteza adrenal y ACTH en la hipófisis anterior. Existe un gran número de interacciones en la liberación de estas hormonas. Así, los glucocorticoides regulan la biosíntesis de catecolaminas en la médula adrenal y las catecolaminas estimulan la liberación de ACTH en la hipófisis anterior. Además, existen otras hormonas como el factor liberador de la corticotrofina, el péptido vasoactivo intestinal y la vasopresina arginina estimulan la liberación de ACTH, mientras que la somatostatina la inhibe. En conjunto, estos agentes determinan una compleja respuesta fisiológica a los distintos factores inductores de estrés (Axelrod y Reisine, 1984).

Entre los indicadores sanguíneos de estrés más comúnmente utilizados tenemos las concentraciones de adrenalina, noradrenalina, Factor Liberador de Corticotropina, cortisol, prolactina, metabolitos como glucosa, ácidos grasos libres, b-hidroxibutirato, CK, leucocitos, y variables fisiológicas como temperatura corporal, frecuencia cardiaca, respiratoria, hematocrito y relación neutrofilos/linfocitos. Estas variables han sido utilizadas frecuentemente para medir estrés por transporte o por manejo en la especie bovina y ovina (Crookshank et al., 1979; Mitchell et al., 1988, Warris et al., 1995, Tadich et al., 2000). Recientemente se ha comenzado a utilizar la medición de haptoglobina, una proteína de fase aguda, unida al grupo hemo, como un indicador de la presencia de enfermedades en el ganado bovino y estrés en cerdos. Estudios efectuados por Horadagoda et al. (1999); Humblet et al (2002) demuestran que en bovinos enfermos la haptoglobina es un indicador más preciso y precoz que las células de la línea blanca; por otra parte Saco et al. (2002), en estudios realizados en cerdos encontraron que esta proteína es un mejor indicador de estrés que en el cortisol, no presentando variaciones circadianas. Nuestros estudios al respecto han encontrado resultados que indican que la haptoglobina aumenta significativamente a medida que aumenta el grado de cojera en vacas lecheras (Tejeda 2006). Estos resultados alienta el uso de esta proteína como un adecuado indicador de la inflamación producida por las cojeras.

A pesar que las medidas de protección aplicadas para mejorar el bienestar de los animales de granja son muchas veces consideradas como opuestas a una producción de bajo costo. Esto no siempre es así existen muchas medidas en que el BA se puede lograr a costos más bajos (Wyss et al., 2004) o como consecuencia de su mejoría se aumenta la producción.

Por lo expuesto anteriormente se recomienda capacitar a los médicos veterinarios para que puedan aplicar protocolos simples de evaluación del bienestar de las vacas lecheras y proponer medidas prácticas para mejorar las deficiencias encontradas. Entre ellas la educación y capacitación del personal de las granjas que trabaja diariamente con los animales, la infraestructura, y las medidas de manejo aplicadas a los animales.



Agradecimientos

El autor expresa sus agradecimientos por la financiación de este manuscrito mediante el Proyecto FONDECYT 1090373.

Referencias

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Publicado Originalmente en Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias, Vol 24, No 3